jueves, 29 de noviembre de 2007

Educar en la incertidumbre. Philippe Meirieu.

Vivimos, aunque sea una banalidad decirlo hoy, en un periodo de crisis en materia educativa. La crisis de la educación es le precio que pagan las democracias por la incertidumbre que asumen, en términos de poder político, moral y social. Cuando una democracia afirma que no hay poderes en sí y que son los hombres quienes asumen el poder, no puede entonces imponer a la educación una dirección única, una trayectoria que sea la misma para todos. En la dictadura, los padres que no educan a sus chicos correctamente son considerados disidentes y, en las sociedades totalitarias, incluso les retiran a sus hijos.

Entonces, nadie detenta la verdad educativa, nadie puede imponernos la manera en que debemos educar a nuestros hijos.

Esta crisis de la educación se ve reforzada por algunos fenómenos sociológicos, en particular, la desligazón entre generaciones. Vivimos una formidable aceleración de la historia que hace que la transmisión que tradicionalmente se efectuaba por una superposición de generaciones ya no pueda efectuarse así. Las generaciones se separan cada vez mas una de otra; y hoy, en Occidente, lo que separa a los padres de 40 años con respecto a un hijo de 15, es eso que separaba, hace un siglo, a una generación respecto de siete generaciones. Aparecen problemas totalmente novedosos, para los cuales los padres no pueden usar con sus hijos los métodos que sus propios padres utilizaron con ellos. Hoy, ningún padre puede buscar en sus recuerdos para preguntarse a que edad hay que comprarle un celular a un chico.

A esto debe agregarse además, un medio ambiente mediático y comercial que exacerba el infantilismo en la propia sociedad. La publicidad, los medios de comunicación reducen al individuo a la condición de consumidor, que es aquel que esta en estada de regresión infantil. El motor de la economía y la sociedad es el capricho, es la pulsión de compra. El educador debe liberar al chico de eso.

Vivimos en un mundo que les dice a todos: “Tus deseos son ordenes”. Mientras que nosotros tenemos que enseñarle al chico que sus deseos no son ordenes, los adultos somos, en forma constante, requeridos para regresar a nuestra propia infantilización, para comprar por ejemplo montones de cosas que no necesitamos pero que son el objeto de nuestros caprichos.

Fuente: “Educar en la incertidumbre. Philippe Meirieu. El lugar de los adultos drente a los niños y los jóvenes. Observatorio argentino de Violencia en las Escuelas”

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